No, no es un postre nuevo en plan "muerte por chocolate"... Ni tampoco nos volvimos locos en plan "Matanza de Texas" con la sierra, noooo.
Solamente fue un sábado genial que pasamos un grupo de amigos juntos en un pueblecito de la sierra de Córdoba porque alguien sugirió (gracias Javi) y organizó (gracias otra vez) matar un cochinito del Valle de los Pedroches...
Sí, somos todos muy urbanitas y hacía falta una toma de contacto con los instintos más básicos.... Matar nuestra propia comida...
Así que allí nos plantamos, bien tempranito, una mañana bien fresquita.
Del momento "M" no voy a contar nada. Y más que para no herir sensibilidades, porque no lo viví en primera persona (tal vez la próxima...).
Yo me incorporé con la víctima ya silenciada... Dispuesta a tomar buena nota de cómo se troceaban unas partes y se vaciaban otras. Vamos, que sólo me faltaba el cuaderno para ir apuntando. Casi como si yo algún día, como quien se mete a hacer algo diferente, tuviese pensado hacer una matanza en mi cocina....
Y es que el saber no ocupa lugar (aunque con tanto afán de aprender, tuve la cocina hasta arriba de tocinos salándose...).
Para empezar, un desayuno molinero en el patio del cortijo. El día acompaña, apetece estar fuera aunque sea temprano. Huele a campo...
Y a café...
Poco a poco se va animando el panorama.
No os voy a aburrir con los detalles del despiece del cerdo.
Sólo os diré que hicimos una candela....
Con una bonita y riquísima función....
El resultado de otra candela...
Y muy cerca, la penúltima candela, donde se tramaba algo.... ¡¡¡Hmmm!!!
Casi que la última candela fue la mejor.
En el patio, donde comenzó nuestra jornada, un precioso y relajante fuego. La noche estupenda, fresca pero sin viento, una agradable tertulia entre amigos, y la satisfacción de haber pasado un día inolvidable....
Por favor... que se repita
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